miércoles, 19 de febrero de 2014

Afición


Sus ojos, su sonrisa medio apagada, el tono pálido de su piel y el color negro de su cabello que hacían ambos contrastaran. El contacto de mis manos con su piel que hicieron estremecerme aún más, era perfecto. Tenía los ojos más azules que jamás pude haber visto y me atraparon. Me atraparon en ese momento, de la forma más rápida, hermosa y triste a la vez. Sin embargo ya comenzaba a amarle. A quererle y a desearle.

Sin embargo, era demasiado tarde, él estaba muerto
Entre más tiempo pasas con una persona te das cuenta de dos cosas: que la quieres o que no la soportarías más. Y es que este miedo increíble de aprenderte amar incondicionalmente me resulta raramente familiar, con las claras diferencia que hay entre ambos. Una mañana, una tarde, pueden cambiar la perspectiva de las personas, de mí, por ejemplo. La locura invadida en mi alma y los posibles errores que tu presencia pueda hacerme cometer recorren parcial mi cuerpo. Cada que te veo o hablo contigo, sonrío, eso es obvio y puedo decir que he aprendido a hacerlo, pero no puedo permitirme acostumbrarme a tus brazos o a tu voz. Ni siquiera a ti.
La verdad es que este cariño por ti no se desvanecerá, tal vez crezca aún más, lo cual sería un problema para ambos, teniendo en cuenta que el futuro y el presente pueden ser alterados, no por nosotros, sino por lo que ya está escrito. Y debo admitir que eso me da miedo. Pero podría soportarlo mientras tu felicidad no sucumbiera.
Terminando con estas palabras me temo que comienzo a aferrarme a ti, lo cual no sé es pertinente. Pero en el amor, creo, nada es pertinente.